Cada vez que leí algo de Gabriela Mistral, me sorprendí, de hecho, recuerdo muy bien a una profesora de básica, quien musicalizó uno de los poemas de Mistral, y nos la hizo cantar hasta el cansancio, pero en época escolar, por inmadurez propia de la edad, es poco lo que se alcanza a dimensionar a un artista, pasa simplemente a ser parte de una materia.
Con el tiempo, nos volvimos a encontrar con Doña Gaby, esta vez con sus poemas, y de metiche, con su historia, y ahí me quedé, porque el personaje que escribía magistralmente se volvía humano.
La relación de Gabriela con la tierra, es sin duda uno de los factores fundamentales plasmados en sus escritos, el amor a Latinoamérica, a su Chile querido, aun en la lejanía, dan cuenta de sus principales intereses.
Se relacionó con importantes figuras de la literatura internacional. Entre las lecturas sobre su historia, encontré detalles de su estrecha amistad con Alfonsina Stornni, al relacionar sus trabajos, sus cualidades, y lo que a ambas las motivaba, era comprensible tal amistad. Ambas amantes de las letras, luchadoras innatas, testarudas de la época, y también con penas de amor…
Seguí buscando humanizar aun más a esa Gabriela que por años me pareció lejana, incluso extraña. Sabido es su amor a la pedagogía y cuanto se entrego a esa noble tarea y a su gente, pero ¿ese era todo el amor que tenía Gabriela?, no, ella tenía un gran amor, Manuel.
Hace un tiempo fueron publicadas sus cartas a Manuel, cartas llenas de amor y respeto, cartas que angustia leerlas, es como entrar en lo más intimo y desconocido de la poetiza, es, de algún modo, sentarse con ella en un café y oírla decir “no me puedes amar”.
La cito en un extracto:
“XIV
13.-10 PM. Me levanté a las 3 PM. Llovía, hacía mucho frío y me quedé en cama leyendo. Después, he trabajado y sólo la noche me queda, como ayer, para conversar contigo.
Tengo mucho que decirte, Manuel, mucho. Pero son cosas que se secan al pasar a la palabra.
Me dices ingenuamente: "Dame la dicha, dámela; tú puedes dármela". Y conmovida hasta la tortura, yo miro en mí y veo con una claridad perfecta, que yo no podré dártela, Manuel. Amor, mucho amor; ternura, ternura inmensa como nadie, nadie, la recibió de mí; pero ni ese amor ni esa ternura te darán felicidad, porque tú no podrás quererme. ¡Si lo sabré yo, si lo habré comprendido bien! Este es el punto que tú evitas tratar y es el único que debiéramos tratar, porque es "el único que importa". Tú no serás capaz (interrógate a ti mismo) de querer a una mujer fea. Hoy, ayer, varios días, desde que mi viaje se ha decidido, vivo pensando en nuestro encuentro. Y me voy convenciendo de que va a ser él la amargura más grande de mi vida. Tú eres bondadoso, y querrás dejar ver el golpe, y (eso será lo peor) me hablarás con cariño. Tal vez llegarás a besarme, para engañarte más que para engañarme. He observado que hay en ti un gran deseo de engañarte, de creerte enamorado, de gritarte conmovido. Quieres conmigo aturdirte como con un mal aguardiente, para olvidar; no me alegues; ¿qué puedes alegar? Todo lo que dices, tu acariciar y tu emocionarte hasta lo más hondo es por lo que tú crees que soy yo.”
Es fácil distinguir cuanto amor existía hacia Manuel, y a su vez, la enorme inseguridad que la rodeaba. Sus letras, llenas de fantasías, imágenes en el aire plasmadas en cartas, letras, y poesía, llevaban hasta a ese hombre especial el mensaje preciso, un te amo.
¿No comprendía Gabriela que su inmensidad radicaba en sus acciones, en su ser, en su esencia, y que por ello, era perfectamente una “hembra” para amar?, pero la entiendo, y es que como toda mujer, entendió que la estética es también importante en un amor, incluso, fundamental en el desate de pasiones, y eso… atormentó las noches de Mistral, donde en cada carta una y otra vez explicó su rostro, su dureza, su poca sutilidad en la caricia, caricia que imaginó mil veces, besos que se escaparon en suspiros al pensar en Manuel, y que se prohibió vivir, sentenciando: “para qué hablar, fantasear contando con el futuro, si estamos edificando sobre una locura?”.
domingo, 12 de abril de 2009
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2 comentarios:
Esto si vale la pena!
Todo en la vida vale la pena... :)
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